17 feb 2016

Complejos

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Llevas algún tiempo hablando con él. Habéis chateado horas interminables en las que el tiempo se escurría mientras no podías despegar los ojos de la pantalla de tu móvil. Tonteáis. Hay química. Quizás ya haya habido alguna cita de esas en que vuestras manos se rozan sin querer, vuestros labios no terminan de juntarse y un beso, tímido, se acerca a la comisura de tus labios. Todavía no ha pasado nada entre vosotros pero puede que hayáis visto alguna madrugada con una de esas conversaciones subidas de tono que calientan el ambiente -y algo más.




Por fin fijáis una cita para el próximo fin de semana. “¿Una cena y nos tomamos la última copa en mi casa?” “Este finde no está mi compañero de piso, ¿vienes a ver una peli?” Aceptas sin pensar. Te apetece verle más allá de su foto de perfil de Whatsapp. Te emocionas. Empiezas a repasar mentalmente tu fondo de armario porque esa noche tienes que estar espectacular y… ¡Esa es la noche! De repente caes en que es más que probable que una vez en su casa (o en la tuya) una cosa lleve a la otra, los besos se vayan perdiendo por las sendas de vuestro cuerpo, os metáis mano y la cosa acabe en la cama -o en el sofá, en el suelo…

Y será entonces, cuando una suerte de inseguridades harán que tus complejos afloren de golpe borrándote por unos minutos la sonrisa radiante que se había dibujado en tu cara. ¿Y si no le gusto? ¿Me va a ver las cartucheras? ¿Saldrá corriendo cuando vea mis michelines? ¿Se molestará si le pido hacerlo con la luz apagada? Y es ahí cuando te montas una película digna del diario de Bridget Jones que incluso puede llegar a cambiar ese morbo previo al primer encuentro por una tonta ansiedad. Buscarás entre tus cajones el conjunto de ropa interior más bonito que conserves sin saber si es acertado y te depilarás a conciencia luchando contra pelos rebeldes en lugares insospechados.
Pero amiga mía -permíteme ya estas confianzas- ¿sabes qué pasará? Que si habéis llegado a este punto es porque a él también le gustas. Probablemente, cuando te giras, se queda mirando el moviento de tus curvas contoneándose al ritmo de tus pasos. Le parece sexy el lunar que adorna tu cara y se muere de ganas por secuestrar tu ropa para jugar en cada peñón de tu cuerpo. Le gustas. Desea acariciar tus complejos y exhalar placer sobre tus miedos. ¿Y tú? Déjate llevar y, ante todo, haz lo que te apetezca.

6 comentarios:

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